En pleno apogeo del western spaghetti, alguien tuvo una idea original y descabellada: si las películas de samuráis son al cine japonés lo que el western al cine norteamericano, ¿por qué no intentar la combinación de ambos géneros? Ya se sabía que Los siete magníficos (John Sturges, 1960) había adaptado al western Los siete samuráis (Kurosawa, 1954), y que Por un puñado de dólares (Sergio Leone, 1964) había hecho lo propio con Yojimbo (Kurosawa, 1961). Ambas películas japonesas habían sido interpretadas por Toshiro Mifune, que en Occidente era una de las poquísimas figuras reconocidas del cine oriental, de manera que la suya era una elección casi obligatoria. La ensalada pluricultural se completó con un norteamericano (Charles Bronson), un francés (Alain Delon), una sueca (Ursula Andress) y un director inglés (Terence Young, famoso por haber hecho las primeras películas de James Bond).
Pese a todas las probabilidades en contra, la fórmula resultó. Young realizó el film con una sobriedad muy clásica, alejada de la estilización delirante de la mayor parte de los spaghetti westerns del momento. La excusa argumental que justifica la presencia de Mifune está planteada de manera verosímil y buena parte del film se apoya en el carisma de sus protagonistas, diverso pero innegable.
Sol rojo tuvo otras virtudes que contribuyeron a transformarlo en un pequeño clásico de matiné: la música de Maurice Jarre (Lawrence de Arabia, La caída de los dioses, El tambor) y la excelente fotografía del maestro Henri Alekan (La bella y la bestia, La princesa que quería vivir, Las alas del deseo). Esta copia nueva ha sido obtenida de un negativo hallado y reconstruido por el equipo de trabajo de la Asociación de Apoyo al Patrimonio Audiovisual, en los depósitos de la Escuela Nacional de Cine. |
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