Una relación ambigua unió a Glauber con el Neorrealismo, al menos con el Neorrealismo que representaban Zavattini y De Sica: por un lado, hacia 1958-61, no perdió oportunidad de destacar su importancia y agradecer su influencia ética y política. Por el otro, después de 1966, cuestionó duramente al movimiento y, con más fundamento, a sus imitadores. En 1967 reconoció que la revolución cultural del cine independiente del mundo “debe concientizarse a partir de la propia técnica de producción, cuyos ejemplos particulares y desorganizados pueden ser tomados de los cuadros del Neorrealismo y de la Nouvelle Vague”. Estos movimientos, agrega, “se exterminaron porque no se organizaron en el plano económico y político”. Jueves 29 de abril de 2004 a las 18:00 Viernes 30 de abril de 2004 a las 14:00
|
|