De los noventa en adelante, las películas de Ruiz siguen menos los modelos del realismo mágico latinoamericano y el surrealismo que el antiguo ejemplo arábigo de Las mil y una noches. Trois Vies et une seule mort utiliza un recurso deliberadamente cursi: un conductor radial presenta historias bizarras verídicas. A tres de ellas las vemos representadas. Marcelo Mastroianni, en su anteúltimo papel, protagoniza cada una de esas historias. Pero no se trata simplemente de una antología: como las cajas chinas, todos los fragmentos y piezas del relato terminarán encajando a la perfección. ¿O no? En Trois Vies… se saca a la gente de sí misma, de sus roles diarios. La película explora esa brecha misteriosa entre el momento en que alguien dice adiós y aquel en que vuelve a decir hola. O la distancia entre quedarse dormido junto a alguien y despertar a su lado al día siguiente. ¿Es esa la misma persona? ¿Lo es uno? El cine de Ruiz crea un suspenso infinito, persistente. Los momentos más escalofriantes de Trois Vies … son las pausas, cuando la cámara tan sólo panea por un espacio interior en sombras: no hay modo de saber qué puede aparecer o agitarse, destellar o mutar, en esas zonas calmas en las que por lo habitual no hay nada.
 |
 |
Viernes 16 de abril de 2004 a las 15:45 Jueves 20 de julio de 2006 a las 18:00
|
|