“Un día me llama el vasco Fuertes, nuestro distribuidor en Montevideo: “¡Héctor! ¡Te has jodío pa’ toda la vida! ¿Qué? Pues que he visto La Patagonia..., en la puta vida vas a hacer algo mejor!... ¡Haz el fracaso cuanto antes!”. En Nueva York había vuelto a leer El muerto. Curiosamente, en castellano no me había impresionado tanto como en inglés. Ayala y yo hablamos con Borges, que se mostró muy bien dispuesto, y, como la acción transcurría en Montevideo, se nos ocurrió convocarlo a Onetti. Lo fui a ver a su casa de Pocitos, se mostró interesado pero me recomendó que, para los diálogos gauchescos, lo llamara a Julio César Castro. La adaptación la hicimos con Ayala y nunca supimos cuánto de Onetti hubo en ese guión. Para nosotros lo importante era reunir a las dos grandes plumas del Río de la Plata. Invitamos a Onetti a Buenos Aires y organizamos una reunión con Borges. Mientras que el uruguayo conocía toda la obra de Borges y admiraba El muerto, nuestro Georgie no tenía la menor idea de quién era Onetti. Cuando terminó la reunión y lo llevaba a su casa me preguntó: “¿Estamos solos?” “Sí”. “Pero ese hombre es como un chico, dice palabrotas y todo”. Esa fue toda la impresión que Juan Carlos Onetti le causó a Jorge Luis Borges.
La cuestión es que hicimos la película, la estrenamos... y los dos primeros fines de semana se declaró una huelga de operadores de cine. La película se murió. Como había dicho mi amigo, hice el fracaso.” Jueves 6 de abril de 2006 a las 18:00
|
|